viernes, 9 de octubre de 2015

HISTORIA DE LA CERAMICA DE RUIZ DE LUNA  Nº 19


Lagartera, pequeño pueblo toledano situado
a 25 kilómetros de Talavera, ha tenido, al
menos desde el siglo XVIII, una idiosincrasia
que ha impregnado su forma de vestir,
sus viviendas y sus propias costumbres y
tradiciones. Estas peculiaridades han sido
conservadas con celo por sus habitantes,
de tal manera que a principios del siglo XX
fue foco de atracción de pintores, fotógrafos
y viajeros. Tenemos constancia de su paso
por allí de Sorolla [Fig. 23], López Mezquida,
Roca, Benlliure y fotógrafos como Ortiz
Echagüe y Rodríguez.
Ruiz de Luna, también fotógrafo, realizó múltiples
visitas e instantáneas, principalmente
de sus tipos populares. Si a esto unimos que
Platón Páramo vivía en Oropesa, pueblo limítrofe,
quien admiró dicho costumbrismo y
lo difundió entre sus amigos y miembros de
la Institución Libre de Enseñanza, entenderemos
el auge de este pequeño pueblo en
ese momento de regeneración nacional. Páramo
hizo de anfitrión de muchos de estos
artistas, pues sabemos que Sorolla se alojó
en su casa en alguna de sus visitas, posiblemente
en 1912 cuando acude a pintar
una boda lagarterana. También conocemos
una carta de 192423 dirigida a Juanito Ruiz
de Luna en la que le comunica la próxima
celebración de una boda de lujo, ofreciéndole
su casa para alojarse.
De todo lo anterior no es difícil pensar que
quisieran plasmar estos tipos en sus cerámicas,
y en efecto en el catálogo I aparece
con el nº 51 una orza globular que representa este tema y dos platos con los nº 176
y 177 que recogen respectivamente al hombre
y a la mujer ataviados con el traje típico.
En el catálogo II aparecen dos figuras de
bulto con los nº 295 y 298 que representan
un lagarterano y una lagarterana. Por último,
el catalogo de la tercera época recoge
con el nº 128 la orza del primero y con los
nº 154 y 155 las dos figuras del segundo.
Como vemos, este tema estuvo presente
durante toda la vida del alfar e igualmente
está presente en esta exposición
Serie de Cuadros Históricos:
Fueron bastantes las piezas de loza que tuvieron
como decoración la reproducción de
cuadros célebres de la Historia de la Pintura,
generalmente española, aunque también
de artistas extranjeros presentes en el
Museo del Prado. Igualmente se hicieron
gran cantidad de placas y pequeños paneles
de azulejos que recogían estas mismas
telas.
El sentimiento que da origen a estas copias
es el mismo que el de ensalzar todo
aquello que revele el esplendor de nuestra
identidad nacional, por ello muchas de
estas piezas se llevaban a certámenes internacionales.
En 1929 concurrieron en la
Exposición Iberoamericana de Sevilla en
el pabellón comercial junto a otras placas,
paneles y ánforas cuyo motivo se centraba
en la reproducción de cuadros de grandes
maestros.
Estas piezas tenían muy buena salida comercial,
pues eran objeto de compra por
muchos extranjeros. En este sentido conocemos
lo expresado por Juan Ruiz de
Luna Rojas a su amigo García Viñolas en
carta, desde Arenas de San Pedro, de 25 de agosto de 1938.
Serie Heráldica:
Son muchas las piezas decoradas con escudos,
unas veces corresponden a las armas
concretas del comitente y otras son
genéricos, así por ejemplo el de Toledo, el
del Monasterio del Escorial o los de órdenes
religiosas.
El escudo de Toledo, generalmente encerrado
en un águila bicéfala coronada, fue
muy utilizado en todas las etapas. En color
azul y grandes proporciones decoró en la
primera muchas jarras-paragüero o bastoneras.
En la segunda y tercera, también en
grandes platos y paragüeros, tomó color y
se situó en un escenario campestre de encinas.
Los escudos de familia o con las armas
de nobleza fueron uno de los motivos más
recurrentes en los encargos del alfar [Fig.
24], bien en plafón de azulejos, para decorar
escaleras u otros lugares de la casa, o
bien utilizados en juegos de café o vajillas.
De estas últimas tenemos referencias concretas
en la Memoria de 1913 que Ruiz de
Luna redacta para presentarla a los demás
socios.

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