miércoles, 30 de septiembre de 2015

HISTORIA DE LA CERAMICA DE RUIZ DE LUNA   Nº 11

El único hijo de Francisco fue Juan Manuel
Arroyo Ruiz de Luna, quien había nacido
en 1911. Desde pequeño recibió junto a su
formación académica la instrucción pictórica
y cerámica de su propio padre, asistió a
las clases de “El Bloque” y participó en la
práctica diaria de la fábrica. Su obra más
temprana, aún siendo adolescente, fue un
panel de la Virgen del Prado fechado en
1927, dedicado a sus abuelos paternos, así
como un conjunto de platos de gran fuerza
pictórica en los que se observa la influencia
del gran pintor Sorolla, alguno de ellos
hoy en la exposición . Hay que
destacar también su participación en las representaciones
de algunos santos para el
retablo de Castillo de Bayuela entre 1930
y 1934. Con posterioridad a la Guerra Civil
marchó a Madrid donde fue profesor de
la Escuela de Cerámica y donde continuó
su obra como ceramista, aunque apartado
ya de la tradición talaverana, ahora con la
idea de innovar y buscar nuevas líneas de
creación11.
Si desde el punto de vista productivo es
esta segunda etapa la de mayor esplendor
y abundancia, ello llevó aparejado la
existencia de unos talleres nutridos de
abundante personal; así sabemos que en
algunos momentos trabajaron más de un
centenar de personas, entre ellos se dejó
notar paulatinamente la influencia artística
de Juan Ruiz de Luna Arroyo, hijo del fundador.
Estos talleres repletos de actividad
y operarios pueden contemplarse en las
fotografías antiguas . Mas esto no
siempre fue así, pues la década de los 30,
con las turbulencias de la segunda República,
nos confirman una reducción en los
encargos; no olvidemos que la mayor parte
de la producción iba destinada a la burguesía
o clases adineradas.Posteriormente, la
contienda civil de 1936, aún cuando tuvo una corta duración en la ciudad, produjo
una conmoción en los talleres que muy
gráficamente expresa Juan Ruiz de Luna
en una carta dirigida a su amigo Manuel
García Viñolas, con fecha 25 de agosto de
1938, cuando le dice: “no tenemos a nadie,
el medio centenar de obreros artífices que
esta casa había forjado desde muy niños
ha desaparecido Hoy aquel gran taller
de pintura que tu conocías está reducido a
la labor de Juanito, Paco y dos ayudantes,
si bien parece algo más con los 12 aprendices
que se han metido”.
A continuación vamos a hacer referencia a
los diferentes pintores y barreros de esta
segunda época, según los datos que nos
han llegado por testimonios orales y recogidos
por Juan Manuel Pradillo en su obra
Alfareros Toledanos

martes, 29 de septiembre de 2015

HISTORIA DE LA CERAMICA DE RUIZ DE LUNA   Nº 11


La segunda época del alfar comienza en
1915 al adquirir Ruiz de Luna Rojas toda
la propiedad de la fábrica. Esta época fue
la de consolidación y esplendor, cuya dirección
artística recaía ya en Francisco Arroyo
Santamaría [Cat. 37 y 38], quien había nacido
en Talavera en el año 1885. Se formó
como dibujante en las clases del Centro de
Artes y Oficios y en 1900 se trasladó a Madrid
para trabajar en el taller del escenógrafo
Luis Muriel. En 1907 realizó el servicio
militar destinado en el taller de dibujo de la
brigada topográfica del ejército y en 1908,
al fundarse el nuevo alfar, se incorporó al
mismo. En 1911 contrajo matrimonio con la
hija mayor del fundador.
Tras su formación y destreza en el dibujo
contactó en el taller con Enrique Guijo,
quien le enseñó todos los secretos de la técnica cerámica, por lo que siempre
consideró al ceramista andaluz su principal
maestro. Los dos años que trabajaron
juntos fueron esenciales en su formación,
lo que motivó un cariño y reconocimiento
mutuo que perduró toda la vida. Su aptitud
como dibujante se pone de manifiesto en
1913 con la elaboración del catálogo de
piezas de la fábrica. Tres años después, en
1916, Juan Ruiz de Luna fundó la Sociedad
de Instrucción y Recreo “El Bloque”, con la
finalidad de instruir en las primeras letras y
formación artística a los operarios, a la par
que se realizaban actividades lúdicas y de
ocio. Al frente de las clases de dibujo artístico
y la técnica del carboncillo estuvo Arroyo,
lo que unido a la práctica diaria en el
taller le convirtió en el maestro de la mayor
parte de los pintores de alfar del siglo XX.
Sus obras cerámicas son muchas, pero
destacaremos a modo de ejemplos algunas
de aquéllas que ejecutó o en las que intervino
más directamente, como la portada de
la fábrica (1914) [Cat. 15], los zócalos del
camarín y zaguán de la sacristía de la Basílica
de Nuestra Señora del Prado (1914), el
gran retablo de Santiago (1917), la decoración
del patio del hoy colegio Juan Ramón
Jiménez (1921), la fuente del Rosedal en
Rosario de Santa Fe (Argentina, 1928), el
retablo de la iglesia de Castillo de Bayuela
(Toledo, 1930-34) y un sinfín de obra espléndidas
que ponen de manifiesto la calidad
de este artista cerámico que alcanzó la
más altas cotas de perfección.
La Guerra Civil supuso un importante quebranto
en la actividad del alfar, aunque mayor
debió ser el quebranto de la confianza
entre Francisco Arroyo y su suegro, lo que
determino la decisión del primero de abandonar
la fábrica en 1939, cuyo timón artístico
había llevado durante tantos años. Es
todavía poco el tiempo transcurrido para
conocer las razones personales y familiares
que ocasionaron tal decisión.A pesar de su marcha del alfar de Ruiz de
Luna la actividad de Arroyo no podía apartarse
de la cerámica y a principio de los
años 40 inició una breve colaboración con
“El Carmen”, donde elaboró un catálogo artístico.
Posteriormente trabajó durante dos
años en Puente del Arzobispo en el alfar de
“Santa Catalina”, propiedad de Pedro de la
Cal, para después instalarse en Madrid en
1943, donde permaneció hasta su muerte
en 1952.
HISTORIA DE LA CERAMICA DE RUIZ DE LUNA    Nº 10

En cuanto al taller de barro nos dice Ruiz
de Luna en el citado documento que “en el
taller de rueda o torneado sólo hay cuatro
oficiales y dos aprendices, los cuales no
sólo tienen que fabricar todos los objetosEn cuanto al taller de barro nos dice Ruiz
de Luna en el citado documento que “en el
taller de rueda o torneado sólo hay cuatro
oficiales y dos aprendices, los cuales no
sólo tienen que fabricar todos los objetos sino que también han de atender al ahorneado,
quemado y desempaquetado de
hornos” [Fig. 14]. Como vemos, la fábrica
en aquellos años tuvo una disponibilidad de
personal muy precaria, cosa que irá cambiando
paulatinamente. En cuanto a los
operarios del barro sabemos que fueron Julián
y Telesforo Romero Fernández, nacidos
en 1861 y 1865 respectivamente, quienes
asumieron desde el principio el puesto de
oficiales de abierto y cerrado de la fábrica,
y que ya provenían del taller de Francisco
Julián de los Ríos . Según el Reglamento
de orden interior de la fábrica el primero de
ellos era el “encargado de tornos, hornos,
de peones y demás obreros del movimiento
de labores”.
Hemos de destacar también a Julián Montemayor
Carreño, quien estuvo desde el
principio como oficial de rueda, el cual se
había formado en el antiguo alfar de “La
Menora” y provenía del “Carmen”. Dejó definitivamente
la fábrica en 1912, año en el
que decidió montar su propio taller.
La segunda época del alfar comienza en
1915 al adquirir Ruiz de Luna Rojas toda
la propiedad de la fábrica. Esta época fue
la de consolidación y esplendor, cuya dirección
artística recaía ya en Francisco Arroyo
Santamaría [Cat. 37 y 38], quien había nacido
en Talavera en el año 1885. Se formó
como dibujante en las clases del Centro de
Artes y Oficios y en 1900 se trasladó a Madrid
para trabajar en el taller del escenógrafo
Luis Muriel. En 1907 realizó el servicio
militar destinado en el taller de dibujo de la
brigada topográfica del ejército y en 1908,
al fundarse el nuevo alfar, se incorporó al
mismo. En 1911 contrajo matrimonio con la
hija mayor del fundador.

sábado, 26 de septiembre de 2015

HISTORIA DE RUIZ DE LUNA   Nº 0


JUAN RUIZ DE LUNA ROJAS nacido en Noez, un pequeño pueblo de Toledo, el 12 de Julio de 1863. Allí pasó su infancia ayudando a su padre en la industria familiar, haciendo castañuelas para los teatros y “colmados”. En 1880 se traslada a Talavera para ayudar a sus hermanos, que eran pintores decoradores pe
ero, 5 años después, el cólera se lleva éstos dejándo a Juan sólo en nuestra ciudad dónde, además de a la pintura, Juan Ruiz de Luna se dedica a la fotografía en el estudio que puso en la Plaza de Aravaca.
En 1907 llega a Talavera Enrique Guijo, un ceramista cordobés que conocía los secretos alfareros de Triana (Sevilla) y que inicia a Juan Ruiz de Luna en el mundo de la cerámica. Su idea de reproducir las antiguas piezas de cerámica talaverana y la negativa de Emilio Niveiro de producir cerámica antigua en su fábrica llevan a Guijo y Ruiz de Luna, encargados de la parte creativa, junto a Platón Páramo y Juan Ramón Ginestal que se hicieron cargo de la producción, a formar la sociedad “Ruiz de Luna, Guijo y Cía” con el objetivo de poner en marcha una fábrica, a la que llamaron Nuestra Señora del Prado por ser el 8 de Septiembre el día que se abrió, destinada a “hacer resurgir la Cerámica artística de Talavera tan famosa en los siglos XVI y XVII”, según palabras del propio Ruiz de Luna.
Con Guijo cómo director artístico la fábrica se convirtió en escuela, ejerciendo éste como maestro de pintores. En 1915 la sociedad se disuelve definitivamente pero, a pesar de todas las dificultades, Ruiz de Luna luchó por sacar la fábrica adelante como único propietario llegando a inagurar en 1922 una tienda en Madrid.
El 25 de Septiembre de 1945 muere en Talavera el primero de una gran familia de artistas, que aún hoy día continúan trabajando, y que además de ceramista fué un estudioso e investigador de la cerámica talaverana JUAN RUIZ DE LUNA

viernes, 25 de septiembre de 2015

HISTORIA DE LA CERAMICA DE  RUIZ DE LUNA    Nº 9



Dentro de esta primera etapa hay que hacer
una división temporal que se produce a
finales de 1910, con la marcha a Madrid de
Guijo, director artístico de la fábrica desde
su fundación.
Había nacido Enrique Guijo en Córdoba
en 1871. Se trasladó a Sevilla con tan sólo
catorce años, donde empezó a trabajar en los talleres del 
escenógrafo Antonio Matarredoma,
en el que tomó soltura con el
dibujó. Poco después trabajó en la fábrica
de cerámica artística de la familia Mensaque,
y después en el taller del artesano Manuel
Rodríguez, donde realmente se formó
como ceramista. En 1898, con veintisiete
años, se trasladó a Madrid donde, suponemos
que con alguna carta de presentación,
se introduce en el círculo de ciertos intelectuales
interesados también por la cerámica.
Fue precisamente el contacto con éstos y
su deseo de iniciar algún proyecto cerámico
lo que determina su viaje a Talavera, a
proponer tales aventuras. Tras la negativa de Emilio Niveiro, propietario del único alfar
que funcionaba en ese momento en la ciudad,
se produjo el contacto con Juan Ruiz
de Luna, que desembocaría en la fundación
que en este año conmemoramos.
Las causas que motivaron la marcha del
cordobés a Madrid siempre han suscitado
ciertas suspicacias, pero realmente si nos
atenemos a la Memoria de 22 de enero de
1912 , que el director de la fábrica dirige a
los socios, señala esta marcha a finales de
1910 motivada por la aceptación de una
plaza como profesor en la Escuela de Cerámica de Madrid y determinada por la carencia
de recursos para el sostenimiento de la
industria. En palabras de Ruiz de Luna ésta
fue una “determinación tristísima no ocasionada
por otras causas”, pues los dos años
que permaneció Guijo en Talavera fueron
claves para el resurgir de la cerámica y desarrollo
y éxito posterior de este alfar.
HISTORIA DE LA CERAMICA DE RUIZ DE LUNA   Nº 8


Durante poco más de medio siglo el alfar
de “Nuestra Señora del Prado” realizó en
el campo de la cerámica talaverana una
labor ingente. Por un lado hizo resurgir de
sus cenizas el gran legado cerámico de una
ciudad que, durante siglos, había extendido
su nombre por España y el Nuevo Mundo,
por otro, puso las bases y formó a aquellos
que habían de recoger el testigo de lo que
sería esta actividad en la segunda mitad del
siglo XX. Aún hoy, perviven en los pinceles
los colores y diseños surgidos de aquellas
manos y en aquellos talleres.
Lo que constituyó la hazaña de Ruiz de
Luna y de los sucesivos directores artísticos
fue la capacidad de crear, desde la
nada, un producto que llegó a superar en
calidad técnica y artística a las piezas tradicionales,
aunque sin apartarse de lo que
fue el legado histórico talaverano.
Cuando en 1907 Enrique Guijo inició la búsqueda
de una persona con la que acometer su perplejidad por el planteamiento de
un proyecto ajeno a su ámbito profesional,
debió de sorprenderle positivamente, pues
lo entendió atractivo. Con la lógica prudencia
y curiosidad por conocer las habilidades
de quien tal cosa le proponía pudo pedirle
a éste una prueba de sus aptitudes, que incluso
Guijo previamente se habría ofrecido
a demostrar, para lo que solicitó a Emilio
Niveiro el favor de poder cocer en su alfar
unas piezas pintadas por él. El resultado fue
tan sorprendente por la calidad y belleza de
las mismas que desde ese momento Ruiz
de Luna se pone al frente de aquel resurgimiento,
y tras conversar con Guijo de la
forma técnica de abordar el proyecto deciden
su consecución, cosa que se inició con
la búsqueda de unos socios que permitieran
reunir el capital necesario. El 8 de septiembre
de 1908 se inauguró el alfar propiedad
de la Sociedad “Ruiz de Luna, Guijo y Cía.
En esta exposición podemos contemplar
dos platos de aquella primera prueba que,
junto con otro que hay en el Museo de Cerámica
de Talavera y alguna otra pieza,
fueron el impulso para el planteamiento
de aquella empresa. Son dos platos polícromos
con sendas cabezas de guerrero y
dama [Cat. 1 y 2], al gusto renacentista, en
los que Guijo hace alarde de buen dibujante
y mejor ceramista, pues jugando con el
contraste de brillo y mate origina un realce
extraordinario de las figuras .
En la vida del alfar de “Nuestra Señora del
Prado” hay que distinguir tres etapas. La
primera va desde la fundación en 1908 a
1915, año en que se disuelve la sociedad
inicial y Juan Ruiz de Luna compra todas
las acciones. Las causas de la disolución
podemos suponerlas en la ausencia de
Enrique Guijo y la necesidad de acometer
nuevas inversiones que supondrían un desembolso
que los demás socios, ante la incertidumbre
de la rentabilidad del negocio,
no estarían decididos a realizar. Ruiz de
Luna, director de la fábrica, en la memoria
de 1912 y 1913 dirigida a los socios, manifiesta
la necesidad de nuevas inversiones
para lograr la expansión y aumentar los beneficios,
pero esto, de lo que él estaba convencido,
pensamos que no era entendido
de forma tan clara por los demás.

miércoles, 23 de septiembre de 2015

HISTORIA DE LA CERAMICA DE RUIZ DE LUNA   Nº 7

La fábrica prosiguió su labor, pero acusa
dos graves problemas; por un lado, la falta
de materias primas, especialmente los
óxidos para colores y el estaño para el esmalte;
y, por otra parte, la pérdida de mano
de obra. En cuanto a la primera cuestión,
la falta de óxidos adecuados había sido
una de las constantes inquietudes de Juan
Ruiz de Luna, muy interesado en alcanzar
una total perfección técnica al igual que
después lo estaría su hijo Rafael. En las
memorias de 1912 y 1913 que dirige a sus
socios capitalistas, Ruiz de Luna ya hace
referencia al elevado coste que suponían
estas materias primas, pues no se compraban
en los puntos productores ni en cantidades
regulares. Algunas de las facturas
conservadas nos hablan de las diferentes
empresas a las que fue necesario recurrir
para hallar los óxidos más adecuados, tanto
en Francia, Manufacture de Couleurs
Vitrifiables pour la céramique & la verrerie
A. Lacroix & Cie., como en Inglaterra, The
Blythe Colour Works26. La Guerra Civil, sin
embargo, impidió continuar importando
estas materias, resultando especialmente
crítica la falta de estaño; la fábrica, al no
poder seguir importando desde Inglaterra
este metal básico para el esmalte, tuvo que
recurrir a la compra de objetos elaborados
con el mismo, como eran los mostradores
de bares y tabernas.
La fábrica, pese a todas estas dificultades,
emprende un nuevo resurgimiento gracias
a encargos como los ingentes trabajos para
el Hogar del Soldado de Segovia (1938 –
1939) [Cat. 21 y 22] o los del zaguán de
la Diputación de Valladolid (1939 – 1940),
pero la guerra, ya acabada, guardaba un último
revés para el alfar: la marcha en 1939
de Francisco Arroyo, el que había sido jefe
de talleres y director artístico durante una
de las épocas más fecundas de la fábrica
además del gran maestro de muchos de los
pintores allí formados29. La fábrica no sólo
perdió así un magnífico pintor, sino dos,
pues su hijo, Juan Manuel Arroyo –ambos
habían dejado un excelente testimonio de
la valía de sus pinceles en el retablo y zócalos
de la Iglesia Parroquial de Castillo de
Bayuela (1930 – 1934)–, también deja Talavera
para instalarse en Madrid.
Como consecuencia del esfuerzo de reconstruir
la fábrica y de re-encauzar la producción,
Ruiz de Luna acusa un importante
debilitamiento físico y de salud; en la anteriormente
citada carta de 1938, con setenta
y cinco años de edad, manifiesta: “estas pícaras
piernas se niegan a sostenerme y me
castigan al descanso sin descanso”. Llega
así el momento en 1942, tres años antes de
su muerte, de pasar la dirección del negocio
a sus cuatro hijos: Juan, Rafael, Antonio
y Salvador Ruiz de Luna Arroyo [Fig. 11].
Éste es el inicio de la tercera época de la fábrica,
ya bajo la denominación de Cerámicas
Ruiz de Luna, S.L.. Los hijos se enfrentan
ahora a un nuevo reto: el de demostrar
que bajo su dirección la producción de la
fábrica puede mantener el nivel y el prestigio
alcanzados con su padre; el listón, sin
duda, estaba alto. En realidad, Juan, Rafael
y Antonio tenían poco que demostrar;
ya habían probado su capacidad de trabajo
 en la fábrica junto a su padre
desde muy temprana edad. Juan como
excelente pintor formado en la Escuela de
Cerámica de Madrid y en la Escuela de Bellas
Artes de San Fernando30; establecido a
caballo entre Talavera y Madrid durante los
años 20 y 30, Juan se encarga además de
gestionar la tienda-exposición de Floridablanca,
3 en Madrid y de establecer desde
allí contactos con los principales arquitectos
y posibles clientes, diseñando los bocetos
de las obras que después se harían en
Talavera

martes, 22 de septiembre de 2015

HISTORIA DE LA CERAMICA DE RUIZ DE LUNA    Nº 6

La respuesta de los socios fue la no renovación
de la sociedad en 1915, distribuyéndose
el capital invertido de 21.666’27 pesetas
entre los cuatro socios. Juan Ruiz de
Luna, sin embargo, decidió continuar con
la fábrica, concretando un plazo de cinco
años para pagar su parte correspondiente a
cada uno de los otros socios: Platón Páramo,
José Gallego y Benito y Manuel Casas
y Gallego. Concluido ese plazo, además,
la fábrica ya habría pasado enteramente
a manos de Ruiz de Luna, pues en 1919
compraría el edificio al Marqués de Villatoya 21.
Comenzaba así una nueva época en la que
 Juan Ruiz de Luna continúa como
director-gerente, Francisco Arroyo ocupa
el cargo de apoderado general y encargado
de todos los talleres, Antonio Arpa es el
encargado del personal del taller de pintura
artística –nunca antes se había mencionado
a este pintor, posiblemente sevillano,
que sirvió como transición entre Enrique
Guijo y Francisco Arroyo22 [Cat. 36 y fig.
6]–, Antonia Arroyo la encargada del taller
de pintura industrial y Julián Romero el encargado
de tornos, hornos, de peones y demás
obreros de movimientos de labores23.
La fábrica vive a partir de estos momentos
una época dorada; sin la rémora de sus
socios, Juan Ruiz de Luna se ve libre para
llevar a cabo todos los proyectos necesarios
para consolidar la fábrica, ampliar su
producción y expandir su mercado [Cat. 15
– 17]. Se cumplen ahora viejos proyectos
como la ampliación tanto de la fábrica de
cerámica artística como la de materiales de
construcción “San Francisco de Asís” o la
inauguración de una tienda-exposición en
Madrid en la calle Floridablanca, 3 (1922)
[Cat. 119]. La fábrica emprende sus más
ambiciosos proyectos y, en justa recompensa,
obtiene todo tipo de elogios, recompensas
y premios (véanse en la cronología
adjunta: 1915 – 1936)
Esta edad de oro se prolongaría hasta
1936, momento en el que la fábrica se enfrenta
a un nuevo periodo crítico con motivo
de la Guerra Civil. El Ayuntamiento de
Talavera de la Reina conserva un retablillo
 cerámico de pared con la imagen de la Virgen
del Prado fechado en 3 de septiembre
de 1936 [Fig. 8]; se trata de la fecha en la
que Talavera fue tomada por el ejército de
Franco. Sin embargo, éste no fue el final
de la guerra en Talavera y los bombardeos
continuaron indiscriminadamente; la fábrica,
situada en la primera línea de fuego
frente a los obuses disparados desde el
Cerro Negro, sufriría cuantiosos destrozos
tanto en sus instalaciones (sala de ventas
y almacenes superiores, almacén de bizcochos,
almacén de azulejos y tejas esmaltadas,
taller de tornos, fragua, etc.) como en
la producción nueva y en la cerámica antigua,
produciéndose pérdidas irreparables.

lunes, 21 de septiembre de 2015

HISTORIA DE LA CERAMICA DE RUIZ DE LUNA    Nº 5


Volviendo a los años iniciales de la fábrica,
otra de las grandes carencias que Juan
Ruiz de Luna trató de hacer ver a sus socios
capitalistas era la falta de inversión
en publicidad. La fábrica no contaba ni tan
siquiera con un catálogo y toda la propaganda
se realizaba entre los propios amigos.
Ruiz de Luna ve la necesidad de hacer
llegar la información de esta cerámica a
los arquitectos para que la contemplen en
sus proyectos, de exhibir sus productos allí
donde la demanda ha de ser segura –“donde
hay gusto y dinero”18–, de conceder la
venta exclusiva de sus productos a ciertos
establecimientos nacionales y extranjeros y
de participar en las Exposiciones Nacionales
(pone el ejemplo de la publicidad que
les ha aportado la de 1911 y el incremento
de encargos tras su paso por ella). Resulta
asombroso el trabajo desarrollado por
Ruiz de Luna para hacer llegar noticias de
la cerámica de la fábrica entre aquellos que
más interesados podían estar en ella o que
más podían ayudar a su divulgación en diferentes
ámbitos. Destacan en este sentido
los nombres del marqués de Comillas, de
Archer M. Huntington –fundador de la Hispanic
Society de Nueva York [Fig. 5]–, de
Mariano Benlliure, de Sorolla [Cat. 35] y de
numerosos arquitectos con los que se ejecutaron
algunos de los proyectos que más
temprana proyección dieron a la fábrica: L.
Belllido en Madrid, con el que se trabajó para
la Casa Cisneros; L. Rucabado, a través del
cual la cerámica de Ruiz de Luna encontró un amplio mercado en Bilbao; E. Daverio
en Granada; Amós Salvador en Irún; J. Mª
Mendoza y Ussía en Madrid; etc.
No obstante, todo lo hasta ahora comentado
no dejan de ser detalles concretos de una
situación general de cierta apatía y desinterés
por parte de los socios capitalistas de
Ruiz de Luna y que era el verdadero problema
de fondo al que el director-gerente de la
fábrica trataba de poner remedio a través
de las constantes solicitudes y recomendaciones
–“lamentos y lloros”– que platea en
sus memorias19. Ruiz de Luna señala una
y otra vez que las inversiones de capital
que se habían hecho eran “exiguas” e insuficientes
tanto para las adecuadas instalaciones
como para la compra de materias
primas, y en consecuencia “su desarrollo
comercial ha tenido que ser mezquino”. Lo
hasta ahora realizado, “que pudiéramos
llamar ensayo del renacimiento de esta industria”,
requería nuevas inversiones que
dieran estabilidad a la empresa. La falta de
recursos, por el contrario, había llevado en
apenas dos años a la fábrica al borde de su
derrumbamiento, consecuencia de lo cual
ya había sido la salida de la sociedad de
Enrique Guijo y su marcha a Madrid para
aceptar una plaza en la Escuela de Cerámica;
“determinación tristísima puesto que
ésta no era ocasionada por otras causas
que la carencia de recursos para hacer
frente a situaciones difíciles muy pasajeras.
Esto solucionaba al parecer varios puntos:
Primero, el ponerse a cubierto el señor Guijo
ante el fracaso probable del cierre de esta
Fábrica, puesto que en este caso él era el
más perjudicado, y Segundo, que caso de
seguir esta industria, serían muy beneficiosas
para esta casa sus gestiones en Madrid”
20. Las recomendaciones de Ruiz de Luna como director-gerente se concretaron
en las siguientes:
1) Gestionar del propietario de la casa-fábrica
y socio de esta industria (Marqués de
Villatoya), el que cediera en venta dicho
edificio con el fin de que todos cuantos gastos
de las obras de ampliación que necesita
y de las ya verificadas quedaran a beneficio
de la Sociedad.
2) Aumentar el número de obreros.
3) Construcción de un catálogo colorido
que diera idea de los objetos de esta fabricación.
4) Adquisición de Motor Eléctrico, Trituradora
de Arcillas y Molinos modernos de esmaltes
y colores.
5) Crear una sección de objetos modernizados
con nuevos elementos artísticos y sin
abandonar el cacharro típico talaverano.
6) Prescindir en lo posible de la fabricación
de loza ordinaria o de rosilla.
7) El azulejo industrial de dibujos repetidos
podría suplir con ventaja la fabricación de
loza ordinaria.
8) Una ampliación de capital de 150.000 pesetas
sólo para aumentar la producción de
objetos imitación de lo antiguo de Talavera,
azulejos y demás elementos decorativos de
la misma época.

sábado, 19 de septiembre de 2015

HISTORIA DE LA CERAMICA DE RUIZ DE LUNA   Nº 4


Según el propio Ruiz de Luna, la fábrica 
se constituyó con seis obreros,
entre los que se encontraban 
Julián Romero (oficial de cerrado),
su hermano Telésforo Romero 
(oficial de abierto), Juan Pérez
(cobijero) –todos ellos procedentes de la
clausurada “Menora”- y Francisco Franco
(oficial de hornos); encargado de los talleres
de decoración/director artístico era
Enrique Guijo y como discípulo aventajado
Francisco Arroyo Santamaría
Esta falta de operarios seguiría siendo una
constante preocupación de Ruiz de Luna,
contemplándola como uno de lo principales
problemas que afectaban al desarrollo de
la fábrica en la memoria de febrero de 1913
que dirige a los socios capitalistas: “en la
actualidad no pasan de una docena los
obreros empleados en el taller de pintura,
siendo la mayoría mujeres y niños de 14 a
16 años; este reducido número de obreros
es causa de que ninguno de ellos pueda
dedicarse especialmente a un género o
trabajo, único medio de ordenar y distribuir
las operaciones con resultados satisfactorios.
En el taller de rueda o torneado, solo
hay cuatro oficiales y dos aprendices, los
cuales no solo tienen que fabricar todos los
objetos, sino que también han de atender
al ahornado, quemado y desempaquetado
de hornos.
La fábrica realizó un enorme esfuerzo para
acometer los grandes proyectos con los que
alcanzó sus primeros reconocimientos en
Madrid, Santander, Bilbao, Valencia..., pero
los operarios resultaban insuficientes para
atender los encargos, quedando muchos
pedidos sin cumplir o demorándose más de
lo debido. Esta situación obligó a convertir
la propia fábrica en una escuela de cerámica,
actuando Guijo en un primer momento
como maestro de pintores y, más adelante,
Francisco Arroyo y Juan Ruiz de Luna Arroyo.
“Hacían falta obreros –señala Santiago Camarasa15–, y los hacía; gracias a su iniciativa
y a su concurso, fueron creadas unas
escuelas nocturnas, en una modesta sociedad
de obreros, de dibujo lineal y artístico,
y de modelado, en los que su hijo político
Francisco Arroyo y su hijo Juan, eran los encargados
de la enseñanza”. Se trataba de
“El Bloque”16, una sociedad de instrucción
y recreo creada en 1916 en la que, hasta
su cierre en 1939, se formaron algunos de
los más destacables pintores de la fábrica,como Florencio Martínez Montoya.....

viernes, 18 de septiembre de 2015

HISTORIA DE LA CERAMICA DE RUIZ DE LUNA     Nº 3

En1907,“con un enjambre de ideas, y de
estarcidos bajo el brazo” y con la recomendación de
Serafín Falcó, Guijo llega a Talavera, entra
en contacto con Juan Ruiz de Luna Rojas
–pintor decorador, pintor cerámico ocasional
y fotógrafo que también se muestra interesado
por una empresa de resurgimiento
cerámico aplicada a Talavera– y pinta una
serie de platos y un tibor con motivos renacentistas
italo-sevillanos en la fábrica “El
Carmen” [Cat. 1 y 2]. El cordobés, sin llegar
a ver las piezas cocidas, regresa a Madrid y
queda a la espera de que Emilio Niveiro Gil,
propietario de “El Carmen”, acepte formar
parte de este proyecto; sin embargo, ni Platón
Páramo ni su hijo Emilio Niveiro Romo
logran convencerle. Afortunadamente, Juan
Ruiz de Luna había decidido exponer las
piezas pintadas por Guijo en su tienda de la
calle Medellín (actual Mesones) y, viendo la
grata aceptación generada entre el público,
resuelve acometer él mismo el proyecto de
resucitar la antigua cerámica talaverana.
Juan Ruiz de Luna Rojas procedía de una
familia de modestos artífices decoradores
en pintura, talla y escultura [Cat. 3 y 4]. Instalado
en Talavera desde 1880 junto a sus
hermanos Jerónimo y Emilio Herráiz, Juan
colabora con ellos en el diseño de escenografías
y en la decoración de establecimientos,
pero apenas cinco años después se
produce la muerte de ambos por el cólera
y Juan queda sólo al frente del negocio. Es
éste el primero de uno de esos momentos
de su trayectoria que demuestran la capacidad
de Ruiz de Luna para afrontar momentos
de crisis y superarlos con admirable éxito.
Juan no sólo consigue sacar adelante
el negocio por sí mismo, sino que además
consigue encargos como la decoración del
teatro de Navalmoral de Pusa (1903), del
Convento de Santo Domingo, el telón de
embocadura y decoraciones del teatro “La
Unión” (El Liceo), del Camarín de la 
Virgen del Prado [Fig. 3] –todos en Talavera
 de la Reina– o del Palacio de las Cabezas del
Marqués de Comillas en Navalmoral [Cat. 5
y 6]; éste último encargo marca además el
inicio de una estrecha relación con el Marqués
de Comillas, que se convertiría en un
continuo mecenas para Ruiz de Luna, sufragándole
un viaje a Roma y, en 1909, el
envío de piezas de cerámica a Nueva York.
Juan Ruiz de Luna demuestra además ser
un artista movido por una continua curiosidad
y ánimo de superación, lo que le lleva
a asociarse con Juan José Perales para
establecer en la plaza de Aravaca de Talavera
el primer estudio fotográfico de la ciudad
[Cat. 7 y 8]; ambos formaron sociedad
hasta 1895, año a partir del cual Ruiz de
Luna prosiguió en solitario su labor como
fotógrafo –aún compaginada con la de pintor
decorador– y como colaborador gráfico
de numerosas publicaciones de la época:
Castilla, El Castellano Gráfico, Toledo, etc.
También se atribuye al ya mencionado Marqués
de Comillas el intento por convencer a
Ruiz de Luna para que entrara en contacto
con los hermanos Lumière y comercializara
en nuestro país el cinematógrafo, pero este
sería uno de los pocos proyectos que Ruiz
de Luna dejara escapar .
Llegado el año de 1908, Juan Ruiz de Luna
se encuentra con el gran reto que marcará
el resto de su vida y de su carrera artística:
poner en marcha una fábrica destinada a
“hacer resurgir la Cerámica artística de Talavera
tan famosa en los siglos XVI y XVII,
época de su mayor florecimiento”10.
 El Primer paso consistió en la creación de una
sociedad –“Ruiz de Luna, Guijo y Cía.”– en
la que, en un primer momento, iban a tomar
parte el propio Juan Ruiz de Luna (con una
acción de 4.000 pesetas y quedando a cargo
de la dirección, gestión y administración
de la fábrica), Platón Páramo y Sánchez
(con una acción del mismo valor y poniendo
a disposición de la fábrica su colección
de cerámica antigua para que sirviera como
modelo), Enrique Guijo (con otra acción de
4.000 pesetas como socio industrial y tomando
el puesto de jefe de taller de decoración)
y Juan Ramón Ginestal Maroto (con
dos acciones de 4.000 pesetas cada una y
otra tercera del mismo valor en concepto
del edificio de la antigua fábrica de paños
de la plaza del Pan que proporciona para
instalar los talleres). Sin embargo, la muerte
de Ginestal obliga a replantear la sociedad;
quedan Ruiz de Luna y Páramo, la viuda de
Ginestal no toma parte en la sociedad pero
ofrece el edificio a cambio de un alquiler y se
incorporan Manuel Casas y Gallego y José
Gallego y Benito. La sociedad definitiva quedó
legalmente constituida el 9 de agosto de
1909 con estos cuatro miembros, a los que
un año después se uniría Juan Andrés de
Covarrubias y Laguna, Marqués de Villatoya
(con una acción más). Guijo no tomó parte
como socio capitalista11 [Cat. 11 y 13].
Los primeros años de la fábrica, fundada
el 18 de junio de 1908 aunque el primer
horno para venta no fue cocido hasta la
simbólica fecha del 8 de septiembre del
mismo año [Cat. 14], serían sin duda los
más ilusionantes, pero también los más
duros y arriesgados. Y aquí, una vez más,
es cuando la personalidad perseverante de
Juan Ruiz de Luna se impone por encima
de las adversidades que hacían peligrar
la continuidad del proyecto. El primer gran
reto fue, sin duda, habilitar la propia fábrica,
construyéndose en el tiempo récord de
tres meses los talleres, hornos, charcas y
demás dependencias auxiliares necesarias
[Cat. 10]. No obstante, aún mayor problema
suponía encontrar el personal necesario y
cualificado.