miércoles, 23 de septiembre de 2015

HISTORIA DE LA CERAMICA DE RUIZ DE LUNA   Nº 7

La fábrica prosiguió su labor, pero acusa
dos graves problemas; por un lado, la falta
de materias primas, especialmente los
óxidos para colores y el estaño para el esmalte;
y, por otra parte, la pérdida de mano
de obra. En cuanto a la primera cuestión,
la falta de óxidos adecuados había sido
una de las constantes inquietudes de Juan
Ruiz de Luna, muy interesado en alcanzar
una total perfección técnica al igual que
después lo estaría su hijo Rafael. En las
memorias de 1912 y 1913 que dirige a sus
socios capitalistas, Ruiz de Luna ya hace
referencia al elevado coste que suponían
estas materias primas, pues no se compraban
en los puntos productores ni en cantidades
regulares. Algunas de las facturas
conservadas nos hablan de las diferentes
empresas a las que fue necesario recurrir
para hallar los óxidos más adecuados, tanto
en Francia, Manufacture de Couleurs
Vitrifiables pour la céramique & la verrerie
A. Lacroix & Cie., como en Inglaterra, The
Blythe Colour Works26. La Guerra Civil, sin
embargo, impidió continuar importando
estas materias, resultando especialmente
crítica la falta de estaño; la fábrica, al no
poder seguir importando desde Inglaterra
este metal básico para el esmalte, tuvo que
recurrir a la compra de objetos elaborados
con el mismo, como eran los mostradores
de bares y tabernas.
La fábrica, pese a todas estas dificultades,
emprende un nuevo resurgimiento gracias
a encargos como los ingentes trabajos para
el Hogar del Soldado de Segovia (1938 –
1939) [Cat. 21 y 22] o los del zaguán de
la Diputación de Valladolid (1939 – 1940),
pero la guerra, ya acabada, guardaba un último
revés para el alfar: la marcha en 1939
de Francisco Arroyo, el que había sido jefe
de talleres y director artístico durante una
de las épocas más fecundas de la fábrica
además del gran maestro de muchos de los
pintores allí formados29. La fábrica no sólo
perdió así un magnífico pintor, sino dos,
pues su hijo, Juan Manuel Arroyo –ambos
habían dejado un excelente testimonio de
la valía de sus pinceles en el retablo y zócalos
de la Iglesia Parroquial de Castillo de
Bayuela (1930 – 1934)–, también deja Talavera
para instalarse en Madrid.
Como consecuencia del esfuerzo de reconstruir
la fábrica y de re-encauzar la producción,
Ruiz de Luna acusa un importante
debilitamiento físico y de salud; en la anteriormente
citada carta de 1938, con setenta
y cinco años de edad, manifiesta: “estas pícaras
piernas se niegan a sostenerme y me
castigan al descanso sin descanso”. Llega
así el momento en 1942, tres años antes de
su muerte, de pasar la dirección del negocio
a sus cuatro hijos: Juan, Rafael, Antonio
y Salvador Ruiz de Luna Arroyo [Fig. 11].
Éste es el inicio de la tercera época de la fábrica,
ya bajo la denominación de Cerámicas
Ruiz de Luna, S.L.. Los hijos se enfrentan
ahora a un nuevo reto: el de demostrar
que bajo su dirección la producción de la
fábrica puede mantener el nivel y el prestigio
alcanzados con su padre; el listón, sin
duda, estaba alto. En realidad, Juan, Rafael
y Antonio tenían poco que demostrar;
ya habían probado su capacidad de trabajo
 en la fábrica junto a su padre
desde muy temprana edad. Juan como
excelente pintor formado en la Escuela de
Cerámica de Madrid y en la Escuela de Bellas
Artes de San Fernando30; establecido a
caballo entre Talavera y Madrid durante los
años 20 y 30, Juan se encarga además de
gestionar la tienda-exposición de Floridablanca,
3 en Madrid y de establecer desde
allí contactos con los principales arquitectos
y posibles clientes, diseñando los bocetos
de las obras que después se harían en
Talavera

No hay comentarios:

Publicar un comentario