viernes, 25 de septiembre de 2015

HISTORIA DE LA CERAMICA DE RUIZ DE LUNA   Nº 8


Durante poco más de medio siglo el alfar
de “Nuestra Señora del Prado” realizó en
el campo de la cerámica talaverana una
labor ingente. Por un lado hizo resurgir de
sus cenizas el gran legado cerámico de una
ciudad que, durante siglos, había extendido
su nombre por España y el Nuevo Mundo,
por otro, puso las bases y formó a aquellos
que habían de recoger el testigo de lo que
sería esta actividad en la segunda mitad del
siglo XX. Aún hoy, perviven en los pinceles
los colores y diseños surgidos de aquellas
manos y en aquellos talleres.
Lo que constituyó la hazaña de Ruiz de
Luna y de los sucesivos directores artísticos
fue la capacidad de crear, desde la
nada, un producto que llegó a superar en
calidad técnica y artística a las piezas tradicionales,
aunque sin apartarse de lo que
fue el legado histórico talaverano.
Cuando en 1907 Enrique Guijo inició la búsqueda
de una persona con la que acometer su perplejidad por el planteamiento de
un proyecto ajeno a su ámbito profesional,
debió de sorprenderle positivamente, pues
lo entendió atractivo. Con la lógica prudencia
y curiosidad por conocer las habilidades
de quien tal cosa le proponía pudo pedirle
a éste una prueba de sus aptitudes, que incluso
Guijo previamente se habría ofrecido
a demostrar, para lo que solicitó a Emilio
Niveiro el favor de poder cocer en su alfar
unas piezas pintadas por él. El resultado fue
tan sorprendente por la calidad y belleza de
las mismas que desde ese momento Ruiz
de Luna se pone al frente de aquel resurgimiento,
y tras conversar con Guijo de la
forma técnica de abordar el proyecto deciden
su consecución, cosa que se inició con
la búsqueda de unos socios que permitieran
reunir el capital necesario. El 8 de septiembre
de 1908 se inauguró el alfar propiedad
de la Sociedad “Ruiz de Luna, Guijo y Cía.
En esta exposición podemos contemplar
dos platos de aquella primera prueba que,
junto con otro que hay en el Museo de Cerámica
de Talavera y alguna otra pieza,
fueron el impulso para el planteamiento
de aquella empresa. Son dos platos polícromos
con sendas cabezas de guerrero y
dama [Cat. 1 y 2], al gusto renacentista, en
los que Guijo hace alarde de buen dibujante
y mejor ceramista, pues jugando con el
contraste de brillo y mate origina un realce
extraordinario de las figuras .
En la vida del alfar de “Nuestra Señora del
Prado” hay que distinguir tres etapas. La
primera va desde la fundación en 1908 a
1915, año en que se disuelve la sociedad
inicial y Juan Ruiz de Luna compra todas
las acciones. Las causas de la disolución
podemos suponerlas en la ausencia de
Enrique Guijo y la necesidad de acometer
nuevas inversiones que supondrían un desembolso
que los demás socios, ante la incertidumbre
de la rentabilidad del negocio,
no estarían decididos a realizar. Ruiz de
Luna, director de la fábrica, en la memoria
de 1912 y 1913 dirigida a los socios, manifiesta
la necesidad de nuevas inversiones
para lograr la expansión y aumentar los beneficios,
pero esto, de lo que él estaba convencido,
pensamos que no era entendido
de forma tan clara por los demás.

No hay comentarios:

Publicar un comentario