sábado, 3 de octubre de 2015

HISTORIA DE LA CERAMICA DE RUIZ DE LUNA   Nº 12



La segunda época del alfar comienza en
1915 al adquirir Ruiz de Luna Rojas toda
la propiedad de la fábrica. Esta época fue
la de consolidación y esplendor, cuya dirección
artística recaía ya en Francisco Arroyo
Santamaría [Cat. 37 y 38], quien había nacido
en Talavera en el año 1885. Se formó
como dibujante en las clases del Centro de
Artes y Oficios y en 1900 se trasladó a Madrid
para trabajar en el taller del escenógrafo
Luis Muriel. En 1907 realizó el servicio
militar destinado en el taller de dibujo de la
brigada topográfica del ejército y en 1908,
al fundarse el nuevo alfar, se incorporó al
mismo. En 1911 contrajo matrimonio con la
hija mayor del fundador.
Tras su formación y destreza en el dibujo
contactó en el taller con Enrique Guijo,
quien le enseñó todos los secretos de la
técnica cerámica, por lo que siempre
consideró al ceramista andaluz su principal
maestro. Los dos años que trabajaron
juntos fueron esenciales en su formación,
lo que motivó un cariño y reconocimiento
mutuo que perduró toda la vida. Su aptitud
como dibujante se pone de manifiesto en
1913 con la elaboración del catálogo de
piezas de la fábrica. Tres años después, en
1916, Juan Ruiz de Luna fundó la Sociedad
de Instrucción y Recreo “El Bloque”, con la
finalidad de instruir en las primeras letras y
formación artística a los operarios, a la par
que se realizaban actividades lúdicas y de
ocio. Al frente de las clases de dibujo artístico
y la técnica del carboncillo estuvo Arroyo,
lo que unido a la práctica diaria en el
taller le convirtió en el maestro de la mayor
parte de los pintores de alfar del siglo XX.
Sus obras cerámicas son muchas, pero
destacaremos a modo de ejemplos algunas
de aquéllas que ejecutó o en las que intervino
más directamente, como la portada de
la fábrica (1914) [Cat. 15], los zócalos del
camarín y zaguán de la sacristía de la Basílica
de Nuestra Señora del Prado (1914), el
gran retablo de Santiago (1917), la decoración
del patio del hoy colegio Juan Ramón
Jiménez (1921), la fuente del Rosedal en
Rosario de Santa Fe (Argentina, 1928), el
retablo de la iglesia de Castillo de Bayuela
(Toledo, 1930-34) y un sinfín de obra espléndidas
que ponen de manifiesto la calidad
de este artista cerámico que alcanzó la
más altas cotas de perfección.
La Guerra Civil supuso un importante quebranto
en la actividad del alfar, aunque mayor
debió ser el quebranto de la confianza
entre Francisco Arroyo y su suegro, lo que
determino la decisión del primero de abandonar
la fábrica en 1939, cuyo timón artístico
había llevado durante tantos años. Es
todavía poco el tiempo transcurrido para
conocer las razones personales y familiares
que ocasionaron tal decisión.A pesar de su marcha del alfar de Ruiz de
Luna la actividad de Arroyo no podía apartarse
de la cerámica y a principio de los
años 40 inició una breve colaboración con
“El Carmen”, donde elaboró un catálogo artístico.
Posteriormente trabajó durante dos
años en Puente del Arzobispo en el alfar de
“Santa Catalina”, propiedad de Pedro de la
Cal, para después instalarse en Madrid en
1943, donde permaneció hasta su muerte
en 1952.

No hay comentarios:

Publicar un comentario