Pero para evaluar realmente cuáles fueron
las circunstancias que propiciaron este
proceso de revitalización de la cerámica en
Talavera, el papel que jugó la colección particular
de Ruiz de Luna en dicho proceso y
en qué medida influyó ésta en la producción
de la Fábrica de Cerámica Artística “Nuestra
Señora del Prado” que él mismo fundó,
habría que remontarse a los primeros años
del siglo XX para comprobar que, tal vez,
todo comenzó por la admiración que produjo
la belleza de un plato “estilo Renacimiento”…
o por el entusiasmo de un coleccionista
de Oropesa… o por el atrevimiento de
un hombre que supo unir todos los factores
y lograr enaltecer la cerámica de Talavera,
en pleno siglo XX, hasta lograr su recuperecuperación
y, lo que es más importante, la superación
de las antiguas técnicas, formas,
colores e iconografías que caracterizaron la
cerámica de los siglos XVI y XVII.
El punto de partida se remonta al año 1907.
Desde Sevilla, había llegado el ceramista
Enrique Guijo y, del alfar del “Carmen”
surgió, a modo de prueba, un plato con la
representación de un guerrero del Quattrocento
que reproducía incluso la cartela de
ferroneries típica del XVII para albergar el
nombre de TALAVERA. Emilio Niveiro, el
propietario del alfar, considerando demasiado
arriesgada la aventura de producir
cerámica artística, no se decidió, pero este
plato, ¡el plato!, causó gran admiración en
el coleccionista de Oropesa, Platón Páramo.
La semilla para el inicio del proceso de
recuperación de la azulejería talaverana
ya estaba plantada. Pero faltaba un socio
comprometido, alguien que realmente quisiera
apostar por la recuperación del arte
olvidado y ese, sin duda, fue Juan Ruiz de
Luna Rojas (1863 – 1945). Apenas un año
después, se inauguraba la Fábrica de Cerámica
Artística “Nuestra Señora del Prado”
en la talaverana plaza del Pan en un solar
proporcionado por la viuda de E. Ginestal y,
desde este momento, resurge nuevamente
el color unido al arte; “la paleta de gran
fuego” donde amarillos, verdes, marrones
y azules se unían para dar vida al barro.
Era el año 1908, y este nuevo alfar empieza
a producir en sus hornos gran cantidad de
piezas de forma y azulejería muchas de las
cuales tomaron como referencia y modelo
la colección que su amigo Páramo había ido
formando a lo largo de casi veinte años.
Esta vinculación entre los dos coleccionistas
quedó establecida incluso legalmente
mediante el contrato de formación de la Sociedad
Ruiz de Luna, Guijo y Cª, en la que
se especificaba la disponibilidad de una serie
de objetos de la colección de Páramo
con el fin de que sirvieran como modelo y
para facilitar el aprendizaje directo de las
formas y técnicas del Renacimiento que se
pretendía recuperar.
El nacimiento de la colección del propio
Ruiz de Luna, que hoy constituye la parte
esencial del Museo de Cerámica “Ruiz
de Luna”, surge antes de la fundación de
la propia fábrica y crece paralelamente al
desarrollo de ésta, como crecen todas las
grandes colecciones, despacio, formada
pacientemente por influjo de la de su amigo,
el farmacéutico de Oropesa y uno de
sus primeros socios junto con Guijo en la
fundación del alfar. Con este referente, Ruiz
de Luna, ya deslumbrado al llegar a Talavera
por el esplendor de la cerámica antigua,
empieza a coleccionarla, no duda en ir a
testares, anticuarios, edificios e iglesias en
ruinas, a cualquier lugar o contacto que le
proporcionara las genuinas piezas cuyas
formas va a reproducir posteriormente. El
éxito, no exento de dificultades, fue absoluto. Gran número de premios y de títulos
obtenidos en los más diversos certámenes
y exposiciones lo avalan.
las circunstancias que propiciaron este
proceso de revitalización de la cerámica en
Talavera, el papel que jugó la colección particular
de Ruiz de Luna en dicho proceso y
en qué medida influyó ésta en la producción
de la Fábrica de Cerámica Artística “Nuestra
Señora del Prado” que él mismo fundó,
habría que remontarse a los primeros años
del siglo XX para comprobar que, tal vez,
todo comenzó por la admiración que produjo
la belleza de un plato “estilo Renacimiento”…
o por el entusiasmo de un coleccionista
de Oropesa… o por el atrevimiento de
un hombre que supo unir todos los factores
y lograr enaltecer la cerámica de Talavera,
en pleno siglo XX, hasta lograr su recuperecuperación
y, lo que es más importante, la superación
de las antiguas técnicas, formas,
colores e iconografías que caracterizaron la
cerámica de los siglos XVI y XVII.
El punto de partida se remonta al año 1907.
Desde Sevilla, había llegado el ceramista
Enrique Guijo y, del alfar del “Carmen”
surgió, a modo de prueba, un plato con la
representación de un guerrero del Quattrocento
que reproducía incluso la cartela de
ferroneries típica del XVII para albergar el
nombre de TALAVERA. Emilio Niveiro, el
propietario del alfar, considerando demasiado
arriesgada la aventura de producir
cerámica artística, no se decidió, pero este
plato, ¡el plato!, causó gran admiración en
el coleccionista de Oropesa, Platón Páramo.
La semilla para el inicio del proceso de
recuperación de la azulejería talaverana
ya estaba plantada. Pero faltaba un socio
comprometido, alguien que realmente quisiera
apostar por la recuperación del arte
olvidado y ese, sin duda, fue Juan Ruiz de
Luna Rojas (1863 – 1945). Apenas un año
después, se inauguraba la Fábrica de Cerámica
Artística “Nuestra Señora del Prado”
en la talaverana plaza del Pan en un solar
proporcionado por la viuda de E. Ginestal y,
desde este momento, resurge nuevamente
el color unido al arte; “la paleta de gran
fuego” donde amarillos, verdes, marrones
y azules se unían para dar vida al barro.
Era el año 1908, y este nuevo alfar empieza
a producir en sus hornos gran cantidad de
piezas de forma y azulejería muchas de las
cuales tomaron como referencia y modelo
la colección que su amigo Páramo había ido
formando a lo largo de casi veinte años.
Esta vinculación entre los dos coleccionistas
quedó establecida incluso legalmente
mediante el contrato de formación de la Sociedad
Ruiz de Luna, Guijo y Cª, en la que
se especificaba la disponibilidad de una serie
de objetos de la colección de Páramo
con el fin de que sirvieran como modelo y
para facilitar el aprendizaje directo de las
formas y técnicas del Renacimiento que se
pretendía recuperar.
El nacimiento de la colección del propio
Ruiz de Luna, que hoy constituye la parte
esencial del Museo de Cerámica “Ruiz
de Luna”, surge antes de la fundación de
la propia fábrica y crece paralelamente al
desarrollo de ésta, como crecen todas las
grandes colecciones, despacio, formada
pacientemente por influjo de la de su amigo,
el farmacéutico de Oropesa y uno de
sus primeros socios junto con Guijo en la
fundación del alfar. Con este referente, Ruiz
de Luna, ya deslumbrado al llegar a Talavera
por el esplendor de la cerámica antigua,
empieza a coleccionarla, no duda en ir a
testares, anticuarios, edificios e iglesias en
ruinas, a cualquier lugar o contacto que le
proporcionara las genuinas piezas cuyas
formas va a reproducir posteriormente. El
éxito, no exento de dificultades, fue absoluto. Gran número de premios y de títulos
obtenidos en los más diversos certámenes
y exposiciones lo avalan.
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