miércoles, 21 de octubre de 2015

HISTORIA DE LA CERAMICA DE RUIZ DE LUNA   Nº 20



La crisis que vivió España desde mediados
del siglo XVIII, y que dominó la práctica totalidad
del siglo XIX, propició la aparición
de una corriente ideológica cuyo objetivo inmediato
fue el de solucionar, mediante una
serie de medidas pragmáticas, el declive no
sólo de la economía y de las instituciones,
sino del propio concepto de España, en lo
que dio en denominarse, precisamente, “el
problema de España”. Efectivamente, un
grupo de intelectuales, sustentado ideológicamente
a la luz de los principios postulados
por Krause y, posteriormente, por la
Generación del 98 y de la Institución Libre
de Enseñanza, acometió la tarea de recuperar
el esplendor perdido de los siglos XVI
y XVII mediante la revitalización de sus valores,
encarnados en la Literatura, el Arte y
el Misticismo.
En este contexto se comprende el surgimiento
del Regeneracionismo como impulsor
de la conciencia nacional. Varios fueron
los intelectuales que aunaron esfuerzos
para abanderar la recuperación del “casticismo”
y de lo “castellano” –alma de España–,
de lo “popular” –expresión íntima del
pueblo– y del concepto espiritual derivado
del misticismo de Santa Teresa y San Juan
de la Cruz, valores entendidos como la raíz
misma de la historia de la nación. España
se estudia a sí misma y, en base al concepto
unamuniano de la “intrahistoria”, comienza
en el campo del Arte una crítica hacia
cualquier manifestación artística foránea y
se inicia una recuperación sistemática de
las antiguas tradiciones, representadas, en
el ámbito de la cerámica, por la alfarería,
cuyo elemento principal, el barro, materia
primigenia y origen místico de la tierra y del
hombre, eleva la técnica alfarera a la categoría
de Arte.
La situación en Talavera era igualmente
nefasta. La cerámica que tanta fama había dado a la ciudad se había sumergido en
la más total de las penumbras desde mediados
del siglo XVIII, salvo honrosas excepciones
como el conjunto de la Sacristía
de la Basílica del Prado (1726 – 1761), el
que ejecutara Ignacio Mansilla para el Convento
de las Madres Agustinas (1720) o el
espléndido panel de la Imposición de la Casulla
de San Ildefonso de Clemente Collazos
(1790). En el siglo XIX, se documenta
la existencia de dos alfares y en el XX tan
sólo uno, con una producción enfocada al
uso común lejos de cualquier pretensión artística;
la elaboración de los grandes paneles
de azulejería se había extinguido prácticamente.
Las causas de tal decadencia,
tantas veces estudiada, a saber, el fin del
monopolio de Triana y Talavera en el comercio
con las Indias, el encarecimiento de
los óxidos, la fundación de la Fábrica del
Conde de Aranda en Alcora (1727), la de
la Real Fábrica de Sedas en la propia Talavera
(1748), el trasvase inevitable de mano
de obra, el agotamiento de los barros de la
cantera de Calera, la falta de buenos dibujantes...,
hundieron definitivamente la cerámica
en la más honda de sus crisis .
Se inicia entonces el proceso de revitalización
y recuperación de la cerámica en todo
el territorio nacional. Daniel Zuloaga reproduce
piezas de reflejo metálico de estilo
hispano-árabe en Segovia , Mensaque y
Soto reviven para Sevilla el estilo Renacimiento
andaluz, Sebastián Aguado se afana
en Toledo en recuperar las técnicas de “arista” y “cuerda seca” y, otros tantos artistas,
también en el ámbito levantino, dan
nueva vida a las antiguas técnicas cerámicas.
Se adhieren todos así al proyecto común
de recuperar lo mejor del arte español
que defendían los intelectuales de la época
como Ángel Ganivet, los hermanos Machado,
Miguel de Unamuno, Azorín, Francisco
y Hermenegildo Giner de los Ríos, Ortega y
Gasset, etc,. quienes, en tantas ocasiones,
manifestaron también su apoyo a la labor
emprendida por el que consideraron como
el “fiel continuador del prestigio de antaño” :
Juan Ruiz de Luna Rojas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario