No tiene antecedentes en las lozas antiguas
de Talavera, aunque su fuente de inspiración
sí es talaverana. Hablamos de los zócalos
de azulejería de la Sala Capitular baja
del Ayuntamiento de Toledo, obra realizada
por el alfarero talaverano Ignacio Mansilla
del Pino en 1696. Esta obra se compone
de un conjunto de paneles con asunto de
paisajes de batallas, separados por pilastras
con guerreros o alabarderos ataviados
a la romana. Las escenas podrían corresponder
a los tercios de Flandes, todas con
una gran fuerza representativa y magnífica
policromía21.
Cuando Ruiz de Luna y Francisco Arroyo
contemplaron esta obra debieron quedar
fascinados y enseguida pensarían las posibilidades
que ofrecía este repertorio para
el alfar. Debieron sacar apuntes in situ que
luego trabajarían, pues la identidad con las
piezas cerámicas es total [Figs. 21 y 22]. En
el primer catálogo del alfar ya aparece una
acuarela con uno de los pasajes de la obra
antigua y en las páginas de loza las piezas
1 y 2 están decoradas con estos temas. En
esta exposición están presentes dos paneles
de azulejos, fechados en 1919, que
pintó Francisco Arroyo para la entrada de la casa del fundador [Cat. 37 y 38], así como
varias ánforas con escenas de batallas
[Cat. 39, 135 y 136].
Esta serie no ha sido muy abundante, pero
siempre fue realizada sobre grandes piezas
polícromas. Toda su producción hay que situarla
en torno a 1920, aunque conocemos
un gran plato que por su perfil y la forma
de estar marcado correspondería a los primeros
años del alfar, lo que nos indica la
temprana introducción de esta serie.
de Talavera, aunque su fuente de inspiración
sí es talaverana. Hablamos de los zócalos
de azulejería de la Sala Capitular baja
del Ayuntamiento de Toledo, obra realizada
por el alfarero talaverano Ignacio Mansilla
del Pino en 1696. Esta obra se compone
de un conjunto de paneles con asunto de
paisajes de batallas, separados por pilastras
con guerreros o alabarderos ataviados
a la romana. Las escenas podrían corresponder
a los tercios de Flandes, todas con
una gran fuerza representativa y magnífica
policromía21.
Cuando Ruiz de Luna y Francisco Arroyo
contemplaron esta obra debieron quedar
fascinados y enseguida pensarían las posibilidades
que ofrecía este repertorio para
el alfar. Debieron sacar apuntes in situ que
luego trabajarían, pues la identidad con las
piezas cerámicas es total [Figs. 21 y 22]. En
el primer catálogo del alfar ya aparece una
acuarela con uno de los pasajes de la obra
antigua y en las páginas de loza las piezas
1 y 2 están decoradas con estos temas. En
esta exposición están presentes dos paneles
de azulejos, fechados en 1919, que
pintó Francisco Arroyo para la entrada de la casa del fundador [Cat. 37 y 38], así como
varias ánforas con escenas de batallas
[Cat. 39, 135 y 136].
Esta serie no ha sido muy abundante, pero
siempre fue realizada sobre grandes piezas
polícromas. Toda su producción hay que situarla
en torno a 1920, aunque conocemos
un gran plato que por su perfil y la forma
de estar marcado correspondería a los primeros
años del alfar, lo que nos indica la
temprana introducción de esta serie.
Serie Renacentista o de Guerreros:
No tiene su origen en ninguna serie histórica
talaverana, pues fue creación del alfar
tras la influencia de los dibujos o diseños
traídos por Enrique Guijo, muy en relación
con las producciones azulejeras renacentistas.
Podríamos recordar los tondos de
los zócalos del alcázar sevillano, firmados o los del presbiterio de la iglesia parroquial
de Erustes (Toledo), obra talaverana de Antonio
Díaz fechada en 1567.
Tras los planteamientos del revisionismo
historicista del último cuarto del siglo XIX
y principios del XX se recuperó el discurso
arqueológico a través de la mirada nostálgica
hacia las formas y repertorios del clasicismo.
Así fueron abundantes las orlas de
grutescos, la decoración a candelieri, o los
medallones con efigies renacentistas que
imitaban los bajorrelieves que, a finales del
Quattrocento y principios del Cinquecento,
ocuparon las enjutas en múltiples ejemplos
arquitectónicos.
Los tondos con cabezas de guerreros y a
veces de damas fueron un motivo perfecto
para ocupar el centro de grandes platos y
ánforas, siempre de esmerada ejecución.
Estas cabezas aparecen en ocasiones tocadas
con casco de guerrero, mientras que
otras sólo evocan su aspecto clásico, sin
más aditamento que una túnica sobre sus
hombros [Cat. 33 y 34]. En el caso de los
platos, el ala está recorrida por un grutesco de figuras zoomorfas y antropomorfas entre
acantos y zarcillos adaptados a la forma circular
del enmarque. En las ánforas el tondo
ocupa el centro de ambas caras, rodeado
de un herraje renacentista o de una cartela
barroca de la que salen vegetales simétricos
con hojas carnosas y frutas [Cat. 144].
Esta serie se realizó durante la primera y
segunda etapa del alfar, y fue durante la década
de los años 20 el momento en que se
realizaron las mejores piezas.
Para la exposición se han seleccionado
importantes ejemplos, pues además de los
dos platos de 1907 y los anteriormente citados,
encontramos también una pareja de
platos con guerrero y dama de muy cuidada
ejecución, con orlas preciosistas al más
puro estilo Ruiz de Luna [Cat. 145].
Como subgrupo, por la indumentaria clásica
de sus personajes, podríamos incluir
aquí un conjunto de piezas decoradas con
soldados de cuerpo entero, ataviados a la
romana, que portan instrumentos militares,
siempre en un paisaje exterior de viejos árboles.
Estos motivos se plasmaron sobre
piezas grandes y en un momento temprano
que no llega a la segunda década del siglo.
talaverana, pues fue creación del alfar
tras la influencia de los dibujos o diseños
traídos por Enrique Guijo, muy en relación
con las producciones azulejeras renacentistas.
Podríamos recordar los tondos de
los zócalos del alcázar sevillano, firmados o los del presbiterio de la iglesia parroquial
de Erustes (Toledo), obra talaverana de Antonio
Díaz fechada en 1567.
Tras los planteamientos del revisionismo
historicista del último cuarto del siglo XIX
y principios del XX se recuperó el discurso
arqueológico a través de la mirada nostálgica
hacia las formas y repertorios del clasicismo.
Así fueron abundantes las orlas de
grutescos, la decoración a candelieri, o los
medallones con efigies renacentistas que
imitaban los bajorrelieves que, a finales del
Quattrocento y principios del Cinquecento,
ocuparon las enjutas en múltiples ejemplos
arquitectónicos.
Los tondos con cabezas de guerreros y a
veces de damas fueron un motivo perfecto
para ocupar el centro de grandes platos y
ánforas, siempre de esmerada ejecución.
Estas cabezas aparecen en ocasiones tocadas
con casco de guerrero, mientras que
otras sólo evocan su aspecto clásico, sin
más aditamento que una túnica sobre sus
hombros [Cat. 33 y 34]. En el caso de los
platos, el ala está recorrida por un grutesco de figuras zoomorfas y antropomorfas entre
acantos y zarcillos adaptados a la forma circular
del enmarque. En las ánforas el tondo
ocupa el centro de ambas caras, rodeado
de un herraje renacentista o de una cartela
barroca de la que salen vegetales simétricos
con hojas carnosas y frutas [Cat. 144].
Esta serie se realizó durante la primera y
segunda etapa del alfar, y fue durante la década
de los años 20 el momento en que se
realizaron las mejores piezas.
Para la exposición se han seleccionado
importantes ejemplos, pues además de los
dos platos de 1907 y los anteriormente citados,
encontramos también una pareja de
platos con guerrero y dama de muy cuidada
ejecución, con orlas preciosistas al más
puro estilo Ruiz de Luna [Cat. 145].
Como subgrupo, por la indumentaria clásica
de sus personajes, podríamos incluir
aquí un conjunto de piezas decoradas con
soldados de cuerpo entero, ataviados a la
romana, que portan instrumentos militares,
siempre en un paisaje exterior de viejos árboles.
Estos motivos se plasmaron sobre
piezas grandes y en un momento temprano
que no llega a la segunda década del siglo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario